En las viejas enciclopedias universales e incluso hace unos años en Wikipedia, en la entrada sobre Guadalajara se destacaba como uno de los sucesos notorios de la historia de la ciudad el haber sido escenario de la primera huelga conocida en la historia de España
En las viejas enciclopedias universales, (Salvat Universal. Tomo 13, p. e.) e incluso hace unos años en Wikipedia, en la entrada sobre Guadalajara se destacaba como uno de los sucesos notorios de la historia de la ciudad, el haber sido "escenario de la primera huelga conocida en la historia de España", afirmación recogida del texto del historiador Manuel Tuñón de Lara, 'El movimiento obrero en la historia de España', donde el autor además matizaba que esta primigenia manifestación de rebeldía laboral fue "organizada".
Las relaciones entre los propietarios de los medios de producción, o dicho con otras palabras: los dueños de los campos de cultivo, minas, fábricas… y los ejecutantes del trabajo productivo en ellas, los obreros, siempre están sometidas a una tensión latente, que llegada a un punto estalla. En la pacífica Guadalajara, la que allende las fronteras nacionales es vendida por parte de nuestros políticos regionales como modelo vivo de estabilidad, de "ejemplar entendimiento" entre empresarios y trabajadores, vimos hace un año el surgimiento de una huelga secundada por la gran mayoría de los 40.000 empleados del sector logístico, que tuvo una amplia cobertura informativa nacional y en la que se consiguieron bastantes de las demandas planteadas.
En 1730 hubo una huelga en Guadalajara, donde los tejedores de la Real Fábrica de Paños de Guadalajara se pusieron de acuerdo y cesaron sus actividades tras rebajarles la dirección un 25 por 100 del salario. En ese mismo año ya habían protestado por la falta de material para su trabajo, pues la reducción de la actividad implicaba un descenso en sus sueldos.
Pero este no fue el inicio de la conflictividad laboral en el Estado español, pues en 1348, el menor número de campesinos disponibles en Castilla, tras la pérdida de población por la peste negra, se hacía valer para vender a un precio más elevado sus servicios, como así aparece en un documento oficial de la época:
"Había muchos hombres y mujeres ociosos y sin querer labrar, y…aquellos que iban a labrar exigían tan grandes precios, salarios y jornales que los dueños de las tierras no los podían pagar, y por esta razón las tierras se quedaban yermas y sin trabajarlas" (Rodríguez Puértolas, J., 'Hª Social de la Literatura Española I').
En 1514, los tejedores de Cuenca pidieron a la vez que un aumento de jornal, que este no fuera en especie y sí en dinero para lo que iniciaron una huelga.
Los obreros que construían la catedral de Granada abandonaron el trabajo en 1553, por no llegarles el salario ni para la subsistencia, lo que fue considerado como una "ofensa" y un "desacato" por las autoridades eclesiásticas, pero tuvieron que ceder y conceder a los trabajadores un aumento de "un cuartillo de real".
Hubo también conflictos durante la construcción del monasterio de El Escorial -'Motín de los canteros'-; en 1678 en las minas de Almadén; de los constructores y reparadores de barcos en Sevilla y Cádiz en el siglo XVII…. Ni que decir tiene que estos ceses de actividad laboral fueron en la mayoría de los casos organizados, siquiera mínimamente para ponerse de acuerdo en la subida salarial a exigir.
En la propia factoría de paños de Guadalajara el primer enfrentamiento entre dirección y trabajadores tuvo lugar a poco de abrirse la fábrica en 1719, al abandonar los técnicos holandeses el trabajo por no pagárseles el salario con el que habían sido contratados en la ciudad de Leyden, lo que finalmente no lograron y fue la causa del regreso a su patria.
Estos especialistas neerlandeses habían sido contratados para enseñar a los naturales del país los oficios relacionados con la elaboración de tejidos, perdidos por la gran crisis económica que azotó a los reinos hispánicos en el siglo XVII, al querer la nueva monarquía borbónica recuperar la economía con, entre otras medidas, la creación de una industria nacional que redujera las importaciones para tener una balanza de pagos favorable. La Real Fábrica proporcionó bastantes años de prosperidad a Guadalajara, ciudad que a finales del siglo XVII había tocado suelo en cuanto a su decadencia.
En 1729 protestaron los oficiales tundidores (aquellos que igualaban con una tijera el pelo de los paños) al negarse los maestros a entregarles los comprobantes que certificaban la finalización de su trabajo, sin los que no podían cobrar su paga. Esta protesta fue orientada para realizarse de manera colectiva por un holandés con experiencia en conflictos de su país. Tanto en estas protestas como en las de 1719, fueron utilizadas en Guadalajara tropas de Infantería del ejército para reprimir a los huelguistas.
Si bien no puede decirse, como se ve, que fuera en la Real Fábrica de Guadalajara donde surgieron las primeras diferencias de importancia entre patronos y obreros, sí puede afirmarse que en ella los conflictos laborales llegaron a su cota más elevada durante el siglo XVIII en todo el Estado español. Un nuevo paro se produjo entre 1739 y 1740 por rebaja salarial y en 1750 volvió la desavenencia al negarse los oficiales a pagar una parte de los gastos de la instrucción del aprendiz, pues ello implicaba una reducción de su salario.
Las protestas iban a veces ligadas al intento de negociación, como en 1730, cuando los tejedores de Guadalajara enviaron una comisión a reunirse con la administración, o en 1755 los tundidores fueron a Madrid a pedir que se les quitase la pena impuesta a aquellos que no terminaban bien las piezas, obteniendo a veces una solución satisfactoria, otras la callada por respuesta y hasta el despido y destierro de los trabajadores a 10 leguas de la corte, de Guadalajara y Brihuega, como en este último caso.
Finalizando la centuria, en los años 1786, 1789, 1790, 1794 y 1797 las demandas laborales confluyeron con las protestas por la escasez y carestía de pan, debido a las malas cosechas y al eco de la revolución en la vecina Francia.
En enero de 1797 los tejedores de la Real Fábrica de Paños de Guadalajara -en la que ya trabajaban 4000 obreros- fueron a la huelga porque debido a la baja calidad de las materias que les proporcionaban para fabricar los tejidos, habían de aumentar su trabajo sin cobrar más. La noticia de este conflicto preocupó a la Corte por querer ver en él una similitud con el inicio de la revolución en Francia:
"…la Revolución francesa había empezado en París por la insurrección de los operarios de una fábrica contra el fabricante que los mantenía" (AHN, Consejos, 3027, C 2, Exp. 152.),
Previa a la toma de la Bastilla decidieron enviar un contingente militar compuesto por dos escuadrones de caballería y dos batallones de infantería, mandada por el teniente general Jorge Juan de Guillelmo, por miedo a que en Guadalajara se hallase el epicentro del torbellino revolucionario. El ejército tomó la ciudad y los obreros volvieron al trabajo. La alarma había sido desproporcionada para una simple huelga, pero el Gobierno se cuidó mucho de escarmentar a la población (la mayoría compuesta por obreros de la fábrica) condenando a trabajos forzados a diez huelguistas, prohibiendo:
"…para siempre toda Junta o congregación de Gremio, recolección de firmas, contribución común por ningún pretexto, bajo la pena de diez años a los presidios de África, para los que lo convocaren o asistiesen a su deliberación"
y, poniendo a trabajar a los "vagos" en obras de "limpieza de calles, y otras obras de aseo y comodidad pública", con "un grillete al pie" (AHN, Estado, leg. 3027).
Tras la Guerra de la Independencia, la empresa tenía los días contados pues durante un siglo se había mantenido gracias a la continua inyección de dinero de la Real Hacienda, la que ahora se hallaba en bancarrota por las consecuencias de la contienda.
El retraso en los pagos produjo un amotinamiento en 1820, otro en 1821 ante el cierre inminente, e incluso algún episodio de rotura de máquinas por miedo a que estas quitaran el poco trabajo existente. Se clausuró definitivamente en 1822, con el resultado de paro, miseria y el abandono de la ciudad de muchos de sus trabajadores y sus familias.
Los conflictos laborales de la Fábrica de Guadalajara, en la de algodón de Ávila, en la de paños de Béjar, en los astilleros de El Ferrol..., durante el siglo XVIII, fueron el anuncio de un nuevo movimiento, el del proletariado moderno, en lucha por la mejora de sus condiciones de vida y trabajo y la transformación de esta sociedad en otra de carácter socialista.
Fuentes consultadas para la realización de este artículo:
-Archivo Histórico Nacional (AHN).
- Archivo Municipal de Guadalajara (AMGU).
-Domínguez Ortiz, A., 'La conflictividad laboral en el antiguo régimen español'.
- González Enciso, A., 'Estado e industria en el siglo XVIII: la fábrica de Guadalajara'. Fundación Universitaria Española, Madrid, 1980.
- Tuñón de Lara, M. 'El movimiento obrero en la historia de España'. Madrid. 1972.
- Taurus. Biblioteca Política. Rodríguez Puértolas, J., 'Hª Social de la Literatura Española I'. Castalia.Madrid.1981.
- Solano, J., 'Guadalajara, memoria de una ciudad.1800-1936'. Nueva Alcarria. Guadalajara. 2016.
- Enciclopedia Salvat Universal.
Enrique Alejandre Torija. Investigador de temas históricos, autor de 'El movimiento obrero en Guadalajara. 1868-1939' y 'Guadalajara, 1719-1823.Un siglo conflictivo' y 'La mujer trabajadora en Guadalajara.1868-1939'.