Esta semana, la cosa también va de Tribunales en Guadalajara. De tribunales y de alcaldes en el banquillo.
El martes, arrancaba en la Audiencia Provincial el juicio contra el ex alcalde de Fontanar, Víctor San Vidal, y otras cuatro personas, por la presunta comisión de delitos de falsedad documental continuada en documento oficial, prevaricación, fraude, malversación de caudales públicos, administración desleal y apropiación indebida. Las penas solicitadas por la Fiscalía van desde los diez a los dos años de prisión, además de multas de diversa cuantía, dependiendo del papel que, supuestamente, jugó cada uno de los acusados en este caso.
En los cuatro días de vista oral, han sido muchos los testimonios que han podido escucharse y las pruebas presentadas. Será la jueza quien determine quién o quiénes irán a prisión o quién o quiénes quedarán absueltos en un juicio que se prolongará hasta el próximo 14 de enero.
Esta Redacción está siguiendo atentamente las sesiones y, si algo queda meridianamente claro, es que algo huele mal, muy mal, en el Ayuntamiento de Fontanar, a tenor de lo que estamos escuchando estos días en la sala. Testigos que hablan de "irregularidades contables", ingresos "de dudosa procedencia" en las cuentas del ex alcalde, presiones, un control total de los funcionarios, amiguismos e, incluso, en palabras de uno de los testigos, "miedo".
En su declaración de hoy, San Vidal ha basado su defensa en cuestiones de enemistades políticas y se ha presentado como un hombre honesto, que no se ha llevado un duro del dinero público.
Esperaremos a la sentencia, pero lo que está más que demostrado -por esta y por otras causas- es que Víctor San Vidal no fue el alcalde que se merecía Fontanar. En sus años como regidor ha puesto al pueblo en el punto de mira de la prensa en demasiadas ocasiones, algo que no es justo para los vecinos. En 2022 ya se sentó en el banquillo tras una denuncia de Unidas Por Fontanar por presuntas irregularidades en una adjudicación urbanística. Fue juzgado por los delitos de malversación de caudales públicos y prevaricación administrativa y fue absuelto por falta de pruebas.
Además, el Juzgado de lo Penal nº 2 de Benidorm condenó a Víctor San Vidal en mayo de 2024, como autor responsable de un delito de daños y otro leve de lesiones, por agredir a un taxista y causar destrozos en su vehículo cuando éste se negó a prestarles servicio a él y a un amigo que, según se afirmó en el juicio, presentaban "síntomas de haber bebido".
En el pueblo se dice, se cuenta, se rumorea, que San Vidal llevaba años haciendo lo que le venía en gana en el Ayuntamiento con la connivencia de unos cuantos ‘amiguetes’ a los que trataba de beneficiar y que su actitud fue siempre "autoritaria", "chulesca" y "de mirarte por encima del hombro".
El caso que le llevó a desaparecer de la vida pública -y casi de Fontanar donde apenas le ven el pelo desde entonces- fue el de las vejaciones e insultos contra una trabajadora municipal, a la que llamó entre golpes y gritos "retrasada mental", "tonta" o "subnormal", entre otras lindezas, del que les informó en exclusiva El Decano de Guadalajara y del que se hizo eco la prensa nacional.
Su vergonzosa e incalificable actitud -ante la que guardó demasiado silencio su formación, Entre Todos Fontanar, y provocó la crispación y el enfrentamiento en el pueblo- le llevó a dimitir cuando la situación se volvió insostenible. Le costó, además, la apertura de diligencias de investigación por parte de la Fiscalía de Castilla-La Mancha al considerar que su conducta "absolutamente rechazable en una sociedad democrática" podría ser constitutiva de los delitos de acoso laboral o de trato degradante.
Sea cual sea la sentencia del juicio que se celebra estos días, queda claro que el señor San Vidal es todo un ‘figura’.
Y si hablamos de ‘figuras’, el ‘boss’ es sin duda Jaime de Frías, el ex alcalde de Cogolludo, del Partido Popular, que ha sido condenado por la Audiencia Provincial de Guadalajara, en sentencia firme de octubre de 2024, a la pena de un año y seis meses de prisión como autor de un delito continuado de malversación de caudales públicos.
La sentencia, a la que ha tenido acceso El Decano de Guadalajara, considera probado que entre 2013 y 2015 utilizó para su propio beneficio una tarjeta de débito asignada por el Ayuntamiento para sufragar, entre otras, compras para la Vivienda de Mayores Virgen de los Remedios. Con la misma realizó 27 operaciones adquiriendo grandes cantidades de café, whisky, ron, licor de hierbas, bogavante, pulpo, ternera, etc, por un importe de más de 8.000 euros, que se cargaron en la cuenta del Ayuntamiento. El acusado no presentó factura ni entregó la singular compra en la Vivienda de Mayores, donde habrían recibido estos productos ‘básicos’ con gran ilusión. Los abuelos allí residentes podrían haber cambiado el aburrido menú diario por una buena comilona, seguida de su correspondiente sobremesa y posterior copeo. ¡Menuda fiesta se hubiese organizado!
Para rizar el rizo, De Frías ordenó el pago por parte del Ayuntamiento de los honorarios de un notario, por importe de 260 euros, correspondientes a una actuación requerida por la empresa de hostelería perteneciente al acusado y a su familia en un asunto personal sin relación alguna con su función de alcalde.
Este ‘representante público’ ya contaba con otros antecedentes penales y se hizo muy popular en la provincia hace años por amenazar con "lanzar por la ventana" a un concejal de la oposición en el trascurso de un Pleno porque le tenía "hasta los huevos".
A la vista de la catadura moral de Víctor San Vidal y de Jaime de Frías, queda claro que algunos que se hacen llamar ‘políticos’ piensan que nada más asumir el poder, el bastón de mando se usa para ‘atizar’ al personal, gobernar en beneficio propio y engañar a sus administrados.
Un ejemplo nada edificante el de estos dos personajes. Una muestra de que en pleno siglo XXI y en un país democrático, algunos todavía consideran que es lícito continuar con las prácticas medievales del caciquismo y el derecho de pernada. Sin comentarios.