Esta semana, la violencia ha vuelto a hacer acto de presencia en el deporte de la provincia. La lamentable agresión a dos árbitros, de 18 y 17 años de edad, ha copado los titulares de los medios locales y regionales y ha llenado de comentarios las redes sociales.
Se trata de un caso concreto en el que hay que ser cauteloso. A pesar de que la Federación de Fútbol de Castilla-La Mancha ha informado sobre las sanciones para los presuntos involucrados en el altercado y en la agresión del pasado sábado en el partido entre el FS Torija A y el EDB Ciudad de Guadalajara, se está sometiendo a un linchamiento moral, tanto a los presuntos agresores -entre ellos el alcalde popular de Torija- como a los agredidos (en este último caso especialmente por su origen magrebí), algo completamente injusto para todas las partes.
Antes de buscar culpables, señalar o acusar hay que esperar a que este caso se resuelva definitivamente. La Guardia Civil está llevando a cabo una investigación de los hechos y ha confirmado a El Decano de Guadalajara que los afectados y los presuntos implicados han presentado la correspondiente denuncia.
De momento, las sanciones se han dictado desde los organismos deportivos competentes, ya que las actas arbitrales gozan de la presunción de certeza y tienen valor probatorio. Pero, según fuentes del ámbito del Derecho consultadas por esta Redacción, son susceptibles de recurso ante el Tribunal Administrativo del Deporte e incluso pueden ser objeto de un recurso contencioso administrativo en los juzgados ordinarios.
Así pues, calmemos los ánimos.
El revuelo ocasionado por este deplorable suceso vuelve a poner sobre la mesa un asunto que en los ámbitos deportivos amateurs de todas las disciplinas, pero especialmente en el fútbol y el fútbol sala, se viene denunciando desde hace años.
La violencia gratuita, ya sea verbal o física, en las pruebas que se disputan los fines de semana se está extendiendo de manera brutal. Agresiones e insultos que vienen de todos los sectores: jugadores, aficionados, entrenadores, dirigentes, árbitros y lo que es peor, padres y madres con comportamientos muy poco ejemplarizantes para sus hijos.
En las categorías 'menores' está surgiendo una legión de ‘ultras’. Personas que en lugar de acudir a los eventos para disfrutar del espíritu deportivo, se dedican a vociferar y a agredir, en un verdadero ejemplo de incivismo y de total falta de respeto hacia los valores que promueve el deporte: respeto, cooperación, inclusión, trabajo en equipo, igualdad, humildad, honestidad y compromiso.
Habría que dar una vuelta al hecho de que determinadas competiciones se estén convirtiendo en un ring en el que no gana el mejor sino el más fuerte, el más racista o el más cavernícola. Un verdadero campo de batalla en el que crecen los comportamientos violentos, alentados sin duda por los conflictos que se generan en las competiciones de más alto nivel.
Federaciones, clubes, aficionados, peñas deportivas, cuerpos arbitrales, padres, madres y medios de comunicación -que en muchos casos ‘calientan’ el terreno antes de cada partido- deberían hacérselo mirar. Porque se están relegando a un segundo plano dos de las reglas máximas del deporte -juego limpio y educación en valores-, en lugar de potenciar todas las virtudes que ofrece la práctica deportiva, ya sea amateur o profesional.
Si el Barón de Coubertain levantara la cabeza....