Que venga de nuevo la Justicia a la Tierra

Publicado por: Antonio Marco
22/05/2024 02:35 PM
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Los antiguos griegos y romanos, a los que tanto debemos, reflexionaron también sobre el origen de los hombres y su historia y en esa tarea se sirvieron de mitos que en buena medida perviven hasta nuestros días. Para facilitar el conocimiento de su pasado, dividieron el tiempo en varias edades a las que identificaron con el nombre de los metales: Edad de Oro, de Plata, de Bronce y de Hierro. Desde el estado inicial de absoluta felicidad y abundancia de bienes sin esfuerzo de la Edad de Oro, el hombre fue descendiendo por sus errores y malas acciones hasta la violenta, dura, difícil Edad de Hierro en la que todo lo ha de conseguir con esfuerzo, violencia y dolor.

 

Pues bien, en los primeros tiempos la Justicia, Dike para los griegos, cohabitaba a gusto en la Tierra con los hombres, pero pronto se vio obligada a refugiarse en el cielo a medida que el hombre y su sociedad iban descendiendo en el nivel moral de su actividad. En la Edad de Hierro la Justicia huyó definitivamente al cielo aterrorizada e imposibilitada de continuar en la Tierra y allí se estableció como una constelación del firmamento estrellado, la de Virgo.

 

Podemos aceptar que ahora vivimos en la Edad de Hierro, si no es que desde los tiempos de la antigua Roma hemos caído todavía más abajo en lo que se me ocurre llamar Edad del Barro y de los Desechos. Ahora nos vemos obligados los humanos a trabajar duro con múltiples códigos, tribunales, jueces y abogados para que alguna vez la Justicia se atreva a bajar a la Tierra y poner las cosas en su sitio dando a cada uno lo suyo, que en eso consiste la Justicia.

 

Pues bien, estos relatos míticos ya fueron superados en buena parte por los propios pensadores antiguos. Así el gran físico y filósofo Aristóteles diferenció al hombre de otros seres vivos definiéndolo como "animal social, animal cívico y también político", zoon politikón en griego. Es decir, el animal hombre necesita vivir en sociedad, en comunidad política con otros semejantes para realizarse como tal hombre. Claro está, si el ser humano, que es individuo, único y diferente de los demás, obligatoriamente necesita de los otros para desarrollarse como tal ser humano, también necesita necesariamente unas normas, unas leyes, una justicia que regule esa convivencia dando a cada uno lo que le corresponde. A eso se le ha llamado desde los orígenes de la cultura “el derecho social, la justicia social”, que no consiste sino en dar a cada uno lo suyo (ius suum cuique tribuere). Esto lo entiende cualquier ser humano sin necesidad de haber estudiado demasiado, sino simplemente de haber vivido la vida.

 

Como quiera que una cosa es la norma y la regla y otra la vida real de los hombres, ocurre que en muchas ocasiones se impone la no-justicia social, el egoísmo, el enfrentamiento incluso violento entre los propios seres humanos; de ahí han surgido las innúmeras luchas sociales de unos hombres y grupos que se sintieron injustamente tratados en su sociedad, desde las secesiones de la plebe romana y la revuelta de los esclavos hasta la creación de los modernos sindicatos para abolir leyes y comportamientos inhumanos, entre los más lacerantes la explotación laboral de los niños, o hasta las huelgas actuales necesarias. Hasta ahora las leyes podían no cumplirse o cumplirse insuficiente o imperfectamente, pero la 'justicia social' siempre estaba presente como condición necesaria para la convivencia social.

 

En mi larga educación y formación como persona y como estudiante, en gran parte monopolizada, dirigida e inspirada por la Iglesia Católica del momento, primero como niño, luego como joven adolescente, finalmente como universitario y luego en la vida profesional, siempre fue esencial el objetivo de cumplir y desarrollar la 'justicia social'. Luego cuando la Iglesia y la religión
decepcionaron a millones de personas trabajadoras maltratadas en la sociedad a lo largo de la historia y surgieron ideas y planteamientos políticos reformistas, revolucionarios, socialistas y
comunistas, el objetivo esencial era siempre la 'justicia social'.

 

Durante la experiencia de toda mi vida, muchas personas y responsables políticos trabajaron por esa justicia, pero también otros muchos incumplieron con su deber de desarrollar la 'justicia social' y minimizaron su importancia y necesidad, pero nadie la cuestionó ni moral ni intelectualmente y menos aún la negó. Por eso en estos días me produce verdadero escándalo, me revuelve verdaderamente el cerebro y el estómago que el actual presidente electo de la actual Argentina, aunque irónicamente elegido democráticamente por la mayoría de su pueblo, diga entre gritos y escenificaciones ridículas que "la justicia social es una aberración". Ha dicho muchas más cosas inaceptables y disparatadas que me niego a transcribir. Creo que no merece la pena polemizar intelectualmente con este energúmeno, pero lo que realmente me desazona es que miles de personas, seres sociales y políticos como ya constató Aristóteles, que han necesitado de manera permanente de la convivencia con otros semejantes, puedan elegir y votar propuestas tan sin sentido y a personas tan inanes y me desazona todavía más que en mi propio país haya personas que piensen así.

 

Entiendo y rechazo al mismo tiempo que este egoísta primario o inane mental haya venido a nuestro país invitado por el partido de ultraderecha que sostiene esta y otras propuestas
similares; de igual manera no entiendo que una derecha intelectual y social que no cuestiona la 'justicia social', representada por el principal partido político de derechas en España, ahora en la oposición, no condene sin paliativos estas cosas, pero no entraré en más consideraciones al respecto para que no se piense que entro directa e interesadamente en la confrontación política inmediata de las ya inmediatas elecciones europeas. Tan sólo diré para los más devotos que un obispo español, Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante, antes de Donostia-San Sebastián del sector conservador, porque también entre los obispos hay sectores, se ha manifestado escandalizado diciendo que tal rechazo de la Justicia Social evidencia una "deriva de una nueva derecha desarraigada del evangelio y de la doctrina social de la Iglesia". Debe ser muy duro constatar que el Cristianismo ha venido predicando el amor, la caridad y la justicia social dos mil años para que ahora venga de allende los mares un energúmeno gritando que "la justicia social es una aberración" y defendiendo un neocapitalismo cruel e inhumano.

 

En realidad Milei, el presidente argentino, no solo obstaculiza la vuelta de la virgen Dike, de la Justicia, a la Tierra, sino que en un alarde de sinsentido afirma, reforzado con la motosierra que esgrime amenazador, que la Justicia Social es una aberración, lo que bien leído quiere decir, que la Justicia Social existe, pero hay que acabar con ella incluso con violencia. Y cuando la norma sea la 'injusticia social', insultantemente beneficiosa para unos pocos pero perjudicial y lesiva para la inmensa mayoría, ¿Cómo se mantendrá mínimamente cohesionada una sociedad compuesta de hombres libres que necesitan de los demás para ser sencillamente hombres?

 


Antonio MarcoCatedrático de Latín jubilado y expresidente de las Cortes de Castilla-La Mancha

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