Braulio Carlés: “De una vez por todas, tenemos que intentar acabar con las sospechas y los miedos hacia la población inmigrante”

Publicado por: Ana María Ruiz
18/12/2022 08:00 AM
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El responsable de Accem (Asociación Comisión Católica Española de Migraciones) en Castilla-La Mancha concede una entrevista a El Decano con motivo de la celebración, hoy domingo, del Día del Migrante

 

Braulio Carlés es un referente en Guadalajara en la lucha por la integración y la búsqueda de una vida digna para los inmigrantes y los refugiados que llegan a nuestra tierra en busca de una vida digna después de pasar el duro trago de tener que abandonar sus países de origen. Con motivo del Día del Migrante, que se celebra a nivel mundial hoy domingo, 18 de diciembre, el responsable de Accem en Castilla-La Mancha relata para El Decano cómo la asociación busca sensibilizar sobre las oportunidades que ofrece la diversidad cultural y sobre los problemas a los que se enfrentan en su día a día los migrantes en la provincia.

Hoy se celebra el Día del Migrante, proclamado por la Asamblea General de la ONU en el año 2000 ante el aumento de los flujos migratorios en el mundo ¿Cuál es el objetivo de Accem en esta jornada?

Esta jornada se aprovecha para poner de manifiesto la problemática actual de la protección internacional, el respeto de los derechos, la problemática con el acceso a la vivienda que cada día es más grave para los inmigrantes, el acceso a un trabajo digno, etc. 

Además de las líneas generales que se defienden a nivel internacional ¿Qué problemática se encuentra Accem en su día a día en la provincia?

Últimamente hay cierto rechazo hacia la población inmigrante. De una vez por todas tenemos que intentar acabar con esas sospechas y esos miedos. Porque si tenemos miedo o sospecha también tendríamos que tenerlo al vecino de al lado, que no sabemos quién es, pero como es paisano no desconfiamos de él. Para ello llevamos a cabo acciones de sensibilización porque la migración es una riqueza, la diversidad nos hace bien y nos enriquece. Además, hoy en día vivimos en una clave de diversidad en todos los aspectos: en las tecnologías, en la alimentación, en la moda… Todo esto nos tiene que ayudar a mirar con más cariño a la inmigración porque es una oportunidad.

Después de tanto tiempo, después de tantas políticas de integración y de todo el trabajo desarrollado por las entidades que trabajan en el campo de la inmigración ¿A qué achaca usted ese rechazo?

Más que rechazo lo que tiene la gente es miedo a lo desconocido. Porque una vez que van conociendo a los migrantes, a personas que proceden de otros países, las relaciones son más cercanas, más cordiales, más normales. Pero cuando hablamos desde el desconocimiento a todos nos pasa. Ahí tenemos el problema en Azuqueca de Henares con ese posible centro de refugiados que quiere abrir el alcalde y la gente ante lo desconocido tiene miedo y el miedo genera rechazo. Por ello hay que trabajar mucho en la información y la sensibilización de la población.

Desde Accem, ¿cuáles son esos recursos de sensibilización?

Realizamos muchos programas. Por ejemplo, en Los Manantiales, que es donde tenemos la sede, estamos trabajando con los vecinos, con las Ampas y las asociaciones del barrio, interactuando todo lo que podemos para que la gente participe y vea en la inmigración una posibilidad. Continuamente se están haciendo actividades para que el vecino descubra que la migración es una posibilidad que a todos nos viene muy bien. En Los Manantiales todo el mundo ve a Accem como un actor dinamizador que ayuda al desarrollo del barrio. Creo que en este momento Accem y Los Manantiales son un referente de interculturalidad.

¿Y este modelo no se puede extender a otros barrios de la ciudad, especialmente en los que se concentra más población inmigrante?

Sí, se extiende a otros barrios y no sólo en Guadalajara. El ejemplo es Sigüenza donde llevamos 30 años y nuestro Centro de Refugiados, junto con el Parador, probablemente sean las dos estructuras que más actividad socioeconómica generan. Son dispositivos que generan puestos de trabajo, mantienen a familias y además ayudan a integrar a la gente que viene de fuera. Porque en el caso del inmigrante viene porque se muere de hambre y en el caso del refugiado viene porque busca una acogida ante el conflicto, la guerra o la persecución. Creo que todo esto es muy importante porque nos enriquece a nosotros y además sirve para que podamos acoger y puedan vivir con dignidad aquellas personas que salen de su país y quieren volver allí o, por lo menos, quieren creer que van a volver a su país. Y todo el tiempo van buscando esa utopía de a ver si algún día pueden volver. Y siguen viviendo desde ahí y siguen luchando desde ahí. 

¿Y ese querer volver no les puede pasar factura a la hora de integrarse en la sociedad que les acoge?

Lo que pasa al final con los inmigrantes es que ni son de aquí ni son de allí. Les pasó a los españoles en la posguerra en los 50 y en los años 60, que cuando estaban fuera ni eran alemanes, ni franceses, ni holandeses y cuando estaban aquí tampoco se les consideraba españoles. Normalmente, la gente que llega es la que tiene más posibilidades y más recursos. Son personas con un estatus medio o medio alto, con recursos que les permiten llegar a un país de destino. Pero a partir de ese momento pasan de ser gente que era pudiente o moderada a ser personas que están pidiendo ayuda, pidiendo cómo hacer papeles, cómo conseguir el NIE, cómo empadronarse, cómo conseguir un permiso de residencia o un trabajo, cómo conseguir el estatuto de refugiado, .. Todo esto les da un golpe de humildad muy grande y no siempre se adaptan a la primera. Necesitan más espacio, más posibilidades y una discriminación positiva que les pemita, a medio plazo, ser un ciudadano más y eso pasa por un puesto de trabajo digno y por una vivienda digna, sin que los propietarios abusen.

¿Esos abusos en el acceso a una vivienda digna son muy habituales? 

En las viviendas está habiendo mucho abuso en estos momentos. No hay viviendas y las que hay son a precios demasiado elevados. No puede ser que en un barrio humilde les cobren 600 ó 700 euros y 3 ó 4 meses de adelanto. Eso es desproporcionado porque por un piso que no cuesta más de 350 ó 400 euros al mes se les está pidiendo ese disparate. No es normal. Yo también entiendo a los propietarios porque a veces han tenido malas experiencias, desconfían y quieren tener todo lo más atado posible porque también es cierto que existen personas que no correspondan con el contrato o con pagar mensualmente o no dejan el piso en condiciones adecuadas y esos conflictos dificultan el acceso a la vivienda. Pero estos son apenas dos casos, la inmensa mayoría de la gente es gente honrada, honesta, que paga religiosamente. No puede ser que por un caso o dos paguen justos por pecadores. La realidad es que a veces el propietario tiene miedo y en otros se aprovecha y abusa. Por otro lado también es verdad que normalmente la inmensa mayoría de los inmigrantes que buscan una vivienda la buscan con su mujer, su marido, sus hijos, quieren vivir con dignidad, trabajar, llevar a sus hijos a la escuela. No quieren problemas porque vienen de problemas de pobreza o de conflictos. Pero unas veces por desconfianza y otras por exceso del precio del alquiler se antoja complicado y difícil que puedan acceder a una vivienda digna. 

Otro de los problemas a los que se enfrentan es a encontrar un trabajo digno

Nosotros tenemos varios programas de empleo que parten de que la migración trae una riqueza y que esa riqueza, aplicada al mundo laboral, nos va a venir muy bien a todos. Tenemos un equipo interdisciplinar que da respuesta a todo este tema, sobre todo a través de los prospectores de empleo. Porque a veces las ONGs caemos en una relación asistencialista con el mundo empresarial y pensamos que con que nos den una bolsa de comida o se haga una campaña de sensibilización es suficiente. Y eso está muy bien porque ayuda a mirar con cariño la diversidad y al inmigrante y son gestos muy bonitos que hay que impulsar. Pero entre las ONGs y las empresas hay que crear un lenguaje que use la misma terminología y la ONG no sea una respuesta asistencialista sino empresarial y utilice un lenguaje de empresario. En este momento, desde Accem hemos conseguido que bastantes personas hayan accedido a un trabajo digno. A las entidades sociales nos ha costado muchos años entrar en el mundo empresarial pero el problema no era de los empresarios, el problema era nuestro. En este momento Accem está en condiciones de poder hablar de igual a igual y cada día vamos dando mejores y más respuestas a la incorporación al mercado laboral de la población migrante.

Las dificultades para encontrar una vivienda y un trabajo dignos ¿Pasa factura a los migrantes que llegan a Guadalajara?

Sí. Además, últimamente estamos viendo otro problema, que es el de la salud mental. Mucha gente que ha salido de su país llega a aquí y se empieza a poner rara, exigente, porque ese desajuste cultural les afecta de tal manera que han perdido sus referencias y empiezan a generar problemas psicológicos con patologías que requieren una especialización y una respuesta adecuada a su problemática. Y eso no se resuelve solamente con integradores sociales, educadores o psicólogos. Hacen falta estructuras adecuadas para dar respuesta a estas problemáticas que son transversales pero que cada día nos encontramos con más frecuencia. Hacen falta más dispositivos de salud mental. Y esto nos afecta a los autóctonos, sobre todo a raíz de la pandemia, pero también y especialmente a la población migrante.

"No podemos acoger a todo el mundo pero tampoco poner puertas al campo. Tienen que elaborarse políticas integradoras porque la inmigración es una oportunidad y una riqueza"

 

A raíz de la pandemia y de los recientes conflictos bélicos ¿ha cambiado mucho el perfil de los migrantes? 

Los perfiles no han cambiado excesivamente. Suelen ser diferentes dependiendo del continente del que procedan pero al final todos vienen buscando un trabajo y una vivienda digna y eso hay que trabajarlo personalmente. Y esa es la suerte que tenemos, que podemos trabajar de forma personalizada todo el proceso de integración de esas personas. Ver qué expectativas tienen, qué es lo que vienen buscando y, en función de eso, reconducir. Porque a veces las expectativas están muy desorientadas. Esas expectativas cuando llegan a veces son muy irreales y no responden a lo que debería ser, sino más bien todo lo contrario. Piensan que es de otra manera porque a veces el familiar que llegó antes no les informa sobre la realidad sino que les dice que tiene una novia guapísima, que tiene un coche último modelo y la realidad es que se ha hecho una foto con un coche que han visto por la calle y las mandan, etc. Todas esas realidades que se generan se transmiten y si ellos en sus países ven que nosotros a los perros les vestimos, les llevamos al veterinario y les cuidamos, piensan que aquí todo es miel sobre hojuelas, pero sin embargo la realidad es mucho más dura y más difícil. En algunos casos piensan en volver aunque la mayoría ya no puede y no les queda más remedio que seguir adelante. Y al final encontrarán una vida estable y si no, siempre queda la peor de las situaciones que puede ser incluso más digna que lo que pueden estar viviendo ellos en sus países, que es pasar por los centros de personas sin hogar y ver si desde ahí se puede reconducir su situación. A medio o largo plazo al final la inmensa mayoría pueden llegar a tener una vida estable con un puesto de trabajo y vivir como un ciudadano más.  

Por vuestra experiencia ¿Puede decirse que Guadalajara es una ciudad acogedora?

En general, Guadalajara, Castilla-La Mancha y nuestro país no solamente no son lugares xenófobos o de rechazo sino todo lo contrario, son muy acogedores a pesar de interpretaciones y posturas políticas que vienen del desconocimiento. Basta el ejemplo del Centro de Refugiados de Sigüenza, que cumple su 30 aniversario. No ha sido todo perfecto ni mucho menos pero ha sido un lugar ejemplar de acogida y si hay 800 migrantes viviendo en Sigüenza, ahí se ve la integración. Y pasa igual en el resto de la provincia, en la capital, en Azuqueca, que tiene un 25% de población inmigrante. Ese factor integrador ha ayudado y ayuda siempre a que sigamos trabajando por la dignidad del que viene de fuera y sobre todo ver una oportunidad y una riqueza porque, a pesar de que no hemos invertido mucho dinero en ellos, en cuanto pueden trabajan y están metiendo dinero en las arcas del Estado para que todos podamos vivir con dignidad. Tenemos que mirar el tema de la inmigración con cariño, con acogida y, por supuesto, con normas y de manera regularizada. No podemos acoger a todo el mundo, porque entonces tendríamos dos países pobres, pero tampoco poner puertas al campo. Tienen que seguir elaborándose políticas integradoras donde el inmigrante sea una persona más al que acogemos y que sabemos que a medio plazo va a aportar dinero a nuestras arcas. En definitiva, que la inmigración es una oportunidad y una riqueza.

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