Fátima Gismero e Irene Gómez: Mujeres emprendedoras y referentes de éxito en el medio rural

Publicado por: Marta Perruca
06/11/2022 02:33 PM
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Fátima Gismero, postre revelación en Madrid Fusión 2021, regenta una pastelería en Pioz, mientras Irene Gómez ha abierto junto a su hermana dos panaderías, en Sigüenza y Jadraque, y está a punto de abrir otra en Guadalajara. Ambas insisten en la importancia de la formación y también en la calidad. Son mujeres fuertes y luchadoras, que han labrado su futuro con mucho esfuerzo y sorteando obstáculos, siempre con la mirada puesta en volver a sus orígenes

La Feria Nacional para la Repoblación Presura 22, que se clausura hoy, ha puesto el foco en Sigüenza en torno a los problemas y oportunidades para hacer frente a la despoblación. A estas alturas, parece claro que se trata de un fenómeno complejo, que se debe atajar desde un enfoque multidisciplinar, pero más allá del debate sobre la España que denominan abandonada o vaciada; las carencias en infraestructuras y servicios; el marco legal de las ayudas Europeas o las nuevas medidas que ha impulsado el Gobierno regional con una Ley contra la Despoblación pionera y una estrategia con actuaciones concretas, cabría plantearse: ¿Se puede ser feliz y sentirse realizado profesionalmente en el medio rural?

 

Está claro que para revertir el proceso de abandono de los pueblos se necesita fundamentalmente personas que quieran quedarse, volver o llegar a trabajar. En este sentido, las mujeres emprendedoras están cobrando un papel fundamental. Un estudio de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH) pone de relevancia el peso del emprendimiento femenino en el campo de la gastronomía, que además es predominante en el medio rural y se corresponde con un perfil más cualificado y preparado a la hora de poner en marcha una iniciativa de éxito.

 

Fátima Gismero e Irene Gómez son auténticos ejemplos de este tipo de emprendimiento en la provincia, que viene a llenar esa falta de referentes, en una sociedad en la que parece que sólo se puede triunfar en las grandes ciudades. Nada más lejos. Ambas encabezan negocios de éxito y, aunque en un momento tuvieron que dejar su pueblo natal para estudiar y formarse en su profesión, lo hicieron siempre echando la vista atrás y esperando el momento de poder volver y retomar el negocio de sus padres, aunque con su toque personal e innovador.

 

Fátima Gismero, pastelera revelación en Madrid Fusión 2021, regenta una pastelería con su nombre en la localidad alcarreña de Pioz, e Irene Gómez es responsable, junto con su hermana Rebeca, de la panadería “Gustos de Antes” en Sigüenza, que además tiene un despacho en Jadraque y está a punto de abrir otro en el Mercado de Abastos de Guadalajara, dando empleo a unas 20 personas. Ellas fueron reconocidas por el Gobierno Regional con el Premio a la Mujer Rural por la provincia de Guadalajara en el año 2021, entre otros galardones y reconocimientos.

 

No tardan ni un segundo en saltar, cuando se les sugiere que todavía se percibe como fracaso eso de volver al pueblo, una vez que has echado alas para volar. “Para mí volver al pueblo no fue un fracaso. Yo sabía que iba a volver, sobre todo cuando fui a formarme al extranjero”, afirma Irene Gómez.

 

“En mi caso volver a casa creo que ha sido lo mejor que he hecho en mi vida. Tengo casi 41 años y he tenido que tomar decisiones muy importantes, pero la de volver a casa creo que ha sido la más satisfactoria, a nivel personal y también, profesional”, añade Gismero.

 

Sin embargo, no todo son rosas en ese camino de vuelta a casa. Ambas coinciden en que en su caso fue fundamental la formación. Tuvieron que fijarse un objetivo y trabajar duro para conseguirlo y, de alguna manera, el detonante para decidir regresar al hogar fue el chocarse con ese techo de cristal y ser conscientes de que tenían que ser sus propias jefas para seguir progresando.

 

Gismero relata que siempre había tenido jefas que escuchaban sus propuestas, pero en un momento se puso a las órdenes de un cocinero, que ante la pregunta de si podía seguir haciendo lo mismo, le contestó: “Sí puedes, pero me va a dar igual”. “Entonces me di cuenta de que me quedaba muy poco tiempo allí”, comenta la pastelera. “Yo quiero levantarme por las mañanas y que mi trabajo tenga sitio”.

Imagen: Gustos de Antes.

 

Por su parte, Gómez terminó trabajando en una panadería pequeña en Barcelona, “porque es lo que quería hacer: pan artesano. Dejé atrás un puesto de supervisora porque me consumió. Derivó en una pancreatitis, porque reconozco que el personal me comió. Estaba súpercansada. Entonces, me formé en Francia. Estuve haciendo otros cursos más pequeños para poder acabar en esto: en un horno de leña tradicional. En Francia me encontré que era la única mujer que iba a hacer el curso de panadería. Cuando tenía que ir a los vestuarios tenía que hacerlo en la sección de bollería o pastelería".

 

Para la panadera la formación es un aspecto crucial: "Sigo formándome y haciendo cursos, porque para mí es primordial la formación. En “Gustos de Antes” nos tomamos todo el tiempo del mundo para hacer pan con masa madre, que era lo que yo quería traer a mi casa. Me fui como churrera y quería volver como panadera. Quería cambiar el mundo de la panadería en la provincia de Guadalajara, con largas fermentaciones, todo en frío, y con materias primas de calidad. Poder trabajar con productos de Guadalajara y de kilómetro 0. Trabajamos con harinas de la zona, todo nuestro pan especial es de harinas de la Espelta, en Palazuelos, que lo tenemos ahí al lado”, relata la panadera.

 

“Para mí la formación es lo más importante”, coincide Gismero. “La familia, la pasión, la tradición, la evolución, el trabajo… Yo siempre digo que no hay evolución si no es por la tradición. De hecho el postre con el que ganamos en Madrid Fusión, que se llama la Almendra, representa la evolución, porque en ese postre quería mostrar todo lo que había aprendido, desde mis orígenes, que eran las bases de la pastelería, a la evolución con las nuevas texturas de la gastronomía molecular (…). Hemos seguido manteniendo todo lo que es tradición. En mi pastelería no vais a encontrar cosas moleculares a lo loco. Hay técnica y cosas moleculares, pero vais a encontrar rosquillas, tortas, unos bombones de miel de la Alcarria que hacemos nosotros… Hay muchas cosas tradicionales, porque yo no quería perder esa esencia tan nuestra y de mi familia”.

Con tan sólo 16 años, Fátima se fue a Madrid a estudiar en la Escuela de Pastelería, para continuar su formación en la Escuela de Pastelería del Gremio (EPGB) en Barcelona. Trabajó para Solé Graells, distribuidor oficial de los productos del famoso restaurante "El Bulli" de la familia Adriá, donde emprendió el camino hacia la gastronomía molecular, cuando se le encomendó la tarea de crear nuevas texturas como espumas, gelatinas o espesantes. Entonces, se le abrieron las puertas como invitada a otros restaurantes con estrella Michelín, como Mugaritz y Disfrutar, donde adquirió nuevas técnicas y conocimientos, que aplicó cuando comenzó a enseñar en nombre de la empresa, en el momento en el que ésta pasó a manos de Guzmán Gastronomía.

 

Y una vez se ha empezado a construir la casa por los cimientos y se han adquiridos las bases necesarias, llega la hora de poner en marcha ese negocio para el que llevan trabajando toda la vida. Pero, ¿qué oportunidades y desventajas tiene el medio rural a la hora de emprender?

 

“Para mí ha sido más fácil emprender en mi pueblo, porque no sé si hubiera podido hacerlo en la capital”, apunta Irene Gómez. “Estoy hablando de una cuestión de liquidez. No tenía local, porque el que tenían mis padres era de alquiler y tuve que empezar de cero. No es lo mismo un negocio en la capital, que en el pueblo, donde es mucho más económico”.

“La verdad es que yo nunca me planteé emprender en la capital porque mis padres ya tenían un negocio en Pioz, por lo que para mí era como volver a casa. Puede que parezca más difícil que vaya adelante en cuanto a ingresos, porque en la capital das por hecho que, como hay más población, vas a tener más clientela, pero luego te sorprende. Mucha gente en Guadalajara está deseando que llegue el fin de semana para irse a un pueblo y comer cosas ricas y artesanales. Lo difícil es el decidir emprender, porque si tú lo haces bien, da igual dónde lo hagas”, responde Gismero.

 

“Desde luego, tienes que saber emprender, aunque creo que tanto Fátima, como yo teníamos una ventaja y es que a nosotras ya nos conocían. Aunque es cierto que en mi caso nos conocían como churreros”, apostilla la panadera.

 

En lo que se refiere a las desventajas, no se puede dar la espalda a una realidad y es la carencia en los servicios: “sí que creo que muchas veces nos hacen falta tecnologías, porque cuando llueve no funciona ni el datáfono”, afirma la pastelera. “A mí no me funciona la radio, sólo puedo escucharla por Internet”, añade Gómez entre risas.

 

Pero por supuesto, una cosa es ser fuerte, luchadora y referente de mujer emprendedora en el medio rural y otra muy distinta es cambiar la sociedad de un plumazo. Parece que todavía extraña que detrás de un negocio sea la mujer la pastelera o la panadera.

 

“La gente termina preguntando por la panadería que hace el pan de un restaurante y vienen aquí. Entonces preguntan por el panadero y ahora ya saben que quien está detrás de este negocio es una panadera y que soy yo la que hace el pan”, relata Gómez. “En mi caso preguntaban por el jefe, pero luego pusieron los carteles con el nombre Fátima Gismero…”, añade la pastelera.

Imagen: Fátima Gismero

Finalmente, la respuesta es sí, se puede ser feliz en un pueblo, por mucho que en la capital presuman de servicios y de ocio. En el medio rural se disfruta de las cosas que realmente son importantes, esas que no se pueden comprar ni con todo el oro del mundo: “La gente se piensa que el pueblo es enroscarse la boina y ya, y no es así. Ir al pueblo es otra cosa. Yo creo que se gana en libertad, descanso, bajas el ritmo, en comparación con la ciudad”, señala Gismero.

 

“Es que aquí pones el ritmo que tú quieres en el día a día. Ritmo acelerado, cuando lo necesitas, pero el día que tienes que parar, puedes pausarlo. Yo vivía en Gerona y todos los días tenía que desplazarme a Barcelona a trabajar. El ritmo ya te lo ponía la carretera. Ahora coges la furgoneta y son tres minutos, incluso a veces bajo andando. Eso para mí es impagable”, replica Gómez.

 

“Para mí es impagable haber vuelto a mi casa, a mi tierra, el que simplemente la gente del pueblo te dé las gracias. No hace falta más, es maravilloso”, añade la pastelera.

 

La conversación fluye entre estas emprendedoras que se miran al espejo y se sienten identificadas.

 

Fátima Gismero e Irene Gómez tienen muchas más cosas en común de lo que podría parecer a simple vista. No sólo son emprendedoras rurales que pasan una parte importante de su jornada con las manos en la masa, también han elegido un futuro profesional muy vinculado a sus raíces, a los olores y sensaciones de la infancia, aunque luego hayan echado a volar a su manera. Fátima Gismero, convirtiendo en pastelería la panadería que heredó de sus padres cuando éstos se jubilaron, e Irene Gómez, que venía de la familia de los churreros de Jadraque y Sigüenza, se ha decantado por la panadería tradicional, aunque los churros, que elabora su hermana Rebeca, sigan teniendo un espacio entre los “Gustos de Antes”.

 

“Ni que lo digas”, continúa conversando la panadera de Sigüenza. “El otro día entró un señor que, mirando a una foto que tengo colgada de mi madre, le dijo a una dependienta: Sin estas dos, Sigüenza no sería lo mismo, porque son mujeres que trabajan y, sobre todo, nos han traído un pan que no lo comíamos nunca. Eso es una satisfacción: que te valoren por tu trabajo, no por quién eres”.

 

“Mucha gente te dice, si estuvieras en la capital… y a mí me da igual. Estoy contenta donde estoy. Si no doy a más, como para meterme en más berenjenales…”, interviene Fátima Gismero. “Pues yo sí me meto. Yo sí me meto porque de hecho, dentro de poco abro aquí en Guadalajara, pero lo que he cogido en la capital es algo diferente. Abro en el Mercado de Abastos. No sé si en ese mercado vamos a tener  empuje, pero yo lo que quiero es vender los productos de mi tierra, elaborados con las harinas de la zona”, reacciona Gómez. “El mercado se te va a hacer sólo, porque durante la pandemia nos dimos cuenta que nosotros teníamos clientes que antes iban a comprar el pan al chino y yo estaba deseando que abriera el chino, porque venían y no valoraban tu trabajo y eso es lo peor que le puede pasar a un profesional”, aconseja Gismero.

 

Podrían estar conversando durante horas, porque hablan con el lenguaje de la pasión y con satisfacción de ver que su esfuerzo ha dado sus frutos y pueden vivir y seguir labrando su futuro en el camino que han elegido. Son verdaderos ejemplos y, aunque es evidente que el medio rural necesita infraestructuras y servicios, también adolece de falta de referentes… “Creo que es importante también paras las mujeres que vienen por detrás… El hecho de decir, esta chica ha hecho lo que ha querido. Estudiar lo que le gustaba, viajar y montar su negocio…. Creo que es muy necesario, porque al final todo el mundo tenemos un referente. Encuentras referentes no sólo en tu ámbito, sino en otros sitios, porque yo escucho hablar a otros profesionales que me inspiran. Con que la gente sepa que se puede trabajar, ser feliz y emprender y que pueden hacerlo… Si puedo motivarles en este sentido, para mí es más que suficiente”, concluye Gismero.

 

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