La momia de un ermitaño comparte eterno descanso junto a los Grandes de España en Pastrana

Publicado por: Ana María Ruiz
03/06/2023 08:00 AM
Reprods.: 1.296
El sencillo ataud del 'Tío Rubín', en la cripta de la Colegiata//Imagen: Museo Parroquial de Tapices de Pastrana.
El sencillo ataud del 'Tío Rubín', en la cripta de la Colegiata//Imagen: Museo Parroquial de Tapices de Pastrana.

Se trata de Juan Buenavida y Buencuchillo, un fraile eremita del siglo XVI que estuvo a punto de ser santificado y que en la localidad es conocido por todos como ‘El Tío Rubín’

 

La Colegiata de Pastrana es uno de los grandes tesoros arquitectónicos y artísticos de la provincia que, bajo su sobria y sencilla apariencia exterior, sorprende al visitante por la grandeza de su interior. Además de su principal joya, los tapices flamencos de finales del siglo XV, de los que ya les ofrecimos un completo reportaje, custodia numerosas y valiosísimas obras de arte religioso, excepcionales y únicas en el país. 

 

Debajo del presbiterio, alberga una cripta panteón subterránea en la que reposan los restos de la familia ducal de Pastrana y otras personas ilustres de los Mendoza. Pero también guarda un pequeño ‘secreto’. Y es que los restos de los que fueron Grandes de España, distribuidos en esplendorosos y ricos sarcófagos de mármol y granito, comparten eterno descanso con la momia de un ermitaño del siglo XVI, que se conserva en un sencillo arcón de madera ‘sellado’ con un simple candado.


Pero, ¿Quién era ese eremita? Como nos explica Nieves Álvarez, guía del Museo Parroquial de Tapices de Pastrana, se trata de los restos incorruptos de Fray Juan Buenavida y Buencuchillo, que fueron trasladados a la Colegiata procedentes de la ermita de El Salvador, muy cercana a la localidad.

 

Según se relata en el documento ‘Historia de Pastrana’, escrito en 1871 por Mariano Pérez y Cuenca, presbítero y prebendado de la iglesia colegial, Juan Buenavida y Buencuchillo nació en 1440 en Balconete. Hijo de labradores, a los 50 años eligió la ermita de El Salvador para retirarse y dedicarse a la oración. Vivió allí durante cuatro décadas, con un saco por vestimenta y un cilicio para mortificarse como únicos compañeros materiales. Realizaba ayuno y algunas veces pasaba hasta una semana sin probar bocado. Cada día se infligía duras disciplinas “con cordeles nudosos y cadenas de hierro hasta derramar sangre”. Padecía problemas estomacales a causa de su debilidad y de las infecciones causadas por las epidemias de la época y se dice que dormía dentro de una sepultura “por si acaso se moría”. 


Falleció en 1530 a los 90 años de edad, y alcanzó fama de santidad en la comarca porque se decía que había obrado prodigios sanando a muchos enfermos y tullidos. A tanto llegó su popularidad que se inició un expediente para beatificarlo, aunque nunca llegó a ser proclamado santo. A su muerte, le colocaron en una urna dorada en un nicho encima de la puerta de la sacristía de la ermita de El Salvador. 


En 1764, con el fin de investigar y conocer la vida del ermitaño, se dio licencia para sacar el cuerpo de la sepultura y, según la documentación recogida por Mariano Pérez, “hallaron su cuerpo entero e incorrupto con un olor tan suave y deleitable que ocasionaba a cuantos le vieron interiores gozos en el alma”. Los restos fueron encontrados con la cabeza separada del cuerpo y con la piel recubriendo todos los huesos. Presentaba dos agujeros en el estómago y dos en el costado y “exhalaba un olor fragante”. Estaba colocado sobre un tafetán rojo con encaje de plata y una almohada de tafetán azul.

 

En 1814, dado el mal estado del santuario, la iglesia mandó desmontarlo y llevar el cuerpo del hermano Juan a la iglesia Colegiata. El arcón en que se guardaba su cadáver recorrió varias localizaciones en la misma hasta que se trasladó definitivamente a la cripta, donde hoy reposa. 

 

Nieves Alvarez explica a El Decano de Guadalajara que a pesar de que no llegó a ser santificado, “la gente en Pastrana lo considera como una reliquia. Antes, los restos incorruptos estaban a la vista de todos y todo el mundo sabía cómo eran aquellos huesos recubiertos de piel”. Hasta hace poco tiempo podían ser observados por los turistas pero el párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción decidió cerrarlo con un candado por respeto a su eterno descanso. Nieves señala que el ermitaño “era un personaje muy conocido en Pastrana y, como en los pueblos todos son tíos unos de otros, aquí es conocido con el nombre del Tío Rubín”. 

 

Cabe destacar que la figura del eremita también ocupa un lugar especial en el libro ‘Viaje a La Alcarria’ de Camilo José Cela, quien en su visita a la Villa Ducal quedó muy sorprendido, no sólo por la existencia de esta momia, sino por el nombre del religioso. Textualmente, el Premio Nobel de Literatura escribió:  “En la iglesia está enterrado el ermitaño Juan de Buenavida y Buencuchillo, que debió ser todo un personaje y a quien se dice que van a beatificar; el viajero piensa que el ermitaño gastaba un nombre sobrecogedor de romance de ciego, un nombre más propio de un bandolero o de un señor de horca y cuchillo que de un presunto beato”.

 

El sencillo ataud permanece hoy cerrado con un candado aunque hasta hace pocos años podían contemplarse los restos//Imagen: Museo Parroquial de Tapices de Pastrana.
El sencillo ataud permanece hoy cerrado con un candado aunque hasta hace pocos años podían contemplarse los restos//Imagen: Museo Parroquial de Tapices de Pastrana.

 

Descanso junto a los príncipes de Éboli y los Duques del Infantado


La cripta en la que reposa el hermano Juan de Buenavida fue mandada construir por el hijo de los príncipes de Éboli, Fray Pedro González de Mendoza, obispo de Sigüenza y arzobispo de Granada y Zaragoza, como lugar de enterramiento para sus padres y sus familiares. 


Para ello, aprovechó las obras de ampliación de la Colegiata que él mismo ordenó iniciar en 1637.Según relata la guía del Museo Parroquial, cuando se construyó en origen la cripta tenía forma de T franciscana. En el siglo XIX, se amplió debido a la destrucción de la cripta y del Convento de San Francisco de Guadalajara durante la Guerra de la Independencia, en cuyo panteón están enterrados los Duques del Infantado. La forma original cambió. Pasó a tener forma de cruz latina y se diseñó una pequeña capilla.

 

Cuando el décimo duque de Pastrana mandó trasladar a esta cripta los restos de los Duques del Infantado, los de Fray Pedro, que estaban bajo el retablo del altar mayor de la Colegiata, se trasladaron también al panteón, hasta la zona que con anterioridad había sido un altar de piedra, justo a los pies de la cruz latina. 

 

La cripta panteón alberga los sarcófagos de Fray Pedro; los de sus padres, los primeros Duques de Pastrana y príncipes de Éboli, Ruy Gómez de Silva y Ana de Mendoza y de la Cerda; los de los padres de la princesa, Diego Hurtado de Mendoza y Catalina de Silva, así como otros restos de los posteriores Duques de Pastrana. También se hallan los de los Duques del Infantado traídos en 1859 desde el panteón familiar de los Mendoza en el Convento de San Francisco. No se sabe exactamente a quiénes pertenecen, ya que sus restos estaban confundidos unos con otros tras la profanación llevada a cabo por los franceses. Se cree que pueden estar los del Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, autor de las ‘Serranillas’. 

 

También, en el siglo XIX, se trasladan otros restos de Duques de Pastrana, unidos por la Casa del Infantado y los Osuna, procedentes del Panteón de la iglesia de Santa María la Real de la Almudena de Madrid, que se mandó derruir en 1868. Éstos son fácilmente reconocibles por sus piedras de mármol negro. 

 

En el suelo se pueden ver hoy en día unas grandes losas, algunas de las cuales conservan las argollas de hierro que, según señala Nieves Álvarez, debieron ser los pudrideros donde los cuerpos completaban todo el proceso de putrefacción y luego se trasladaban a los sarcófagos. Éstas urnas funerarias se conservan de forma espectacular. Seis de ellas son de mármol rosado, procedentes del panteón ducal del monasterio de San Francisco, y el resto de granito. 

 

En la cripta están enterrados los príncipes de Éboli, otros Duques de Pastrana y los restos de los Mendoza, Duques del Infantado//Imagen: Turismo CLM.
En la cripta están enterrados los príncipes de Éboli, otros Duques de Pastrana y los restos de los Mendoza, Duques del Infantado//Imagen: Turismo CLM.

 


Un magnífico catafalco, usado en el funeral de Franco


Otro de los elementos funerarios que llama la atención en la Colegiata es el catafalco. Un conjunto funerario encargado por Fray Pedro González de Mendoza a principios del siglo XVII para celebrar los funerales de la familia ducal y los suyos propios.

 

Realizado en terciopelo negro e hilos de seda y oro, está considerado el mejor conservado y más completo de España, ya que cuenta con todos los objetos para celebrar la eucaristía (dos incensarios, dos navetas, acetre, hisopo, paletilla y apuntador, dos atriles, dos pares de vinajeras con sus platillos, dos salvillas, ternos sacerdotales y frontales de altar y púlpitos), así como los que adornan el féretro, todos ellos realizados en madera de ébano y bronce (doce candelabros grandes y doce pequeños, ocho cetros, dos cruces con peana y dos de árbol). A día de hoy, está expuesto permanentemente en el interior de la Colegiata.

 

Una parte del catafalco está situado a la entrada, en la parte del coro, está protegido con rejas para evitar que se toque y asegurar su conservación. En esa zona también se exponen otras partes del conjunto como los grandes candelabros y las cruces. “Se trata de un conjunto que se conserva íntegro y en perfecto estado de conservación. Es un conjunto bastante excepcional porque es de los poquitos que se conservan de principios del siglo XVII”, afirma Álvarez.

 

Fray Pedro lo diseñó a su antojo ya que, obsesionado con la muerte, planificó cada detalle de su funeral que, en palabras de Eduardo Pastor, guía del Museo Parroquial de Tapcies, “fue espectacular y curiosísimo porque dejó perfectamente escrito, antes de su muerte, cómo quería que fueran sus pompas fúnebres y cómo debían desarrollarse utilizando con el catafalco”.

 

La historiadora del Arte, Esther alegre Carvajal, en su libro ‘La Villa Ducal de Pastrana’, aborda el ceremonial desarrollado a la muerte de Fray Pedro: “El ceremonial de su muerte hay que enmarcarlo dentro del proceso de señoralización de Pastrana, que funcionaba como una pequeña Corte Ducal, en la que la fiesta y la solemnidad tenían una gran importancia. En aquella época, la imagen del duelo reflejaba la condición social y cuando más aparatoso fuese el funeral, más poderosa y rica debía parecer la casa y el linaje del difunto”, señala.

 

El catafalco está considerado el mejor conwervado y más completo de España//Imagen: Museo Parroquial de Tapices de Pastrana.
El catafalco está considerado el mejor conwervado y más completo de España//Imagen: Museo Parroquial de Tapices de Pastrana.

 

Fray Pedro planificó su funeral como un espectáculo teatral con el que trataba de impresionar y para ello, dejó órdenes expresas en su testamento. Se debían decorar las calles y edificios por los que pasaría el cortejo con colgaduras, bayetas y paños negros. Frente al Palacio Ducal, se levantaría un pequeño altar para realizar una parada antes de llegar a la Colegiata. 

 

La decoración de la iglesia estaba minuciosamente estudiada. En el pórtico debía colocarse un paño de terciopelo carmesí con tres escudos de armas, las naves se cubrirían con telas negras y en el crucero, el catafalco. “La finalidad era transformar un espacio arquitectónico en uno teatral y dirigido, donde dominaban las ideas de la muerte y la magnificencia para que prendiera fuertemente en la sensibilidad del espectador”, relata Esther Alegre. Ricas colgaduras, paños, bayetas negras, alfombras, bordados con los escudos de la Casa Ducal y, como broche, una iluminación perfectamente planificada. Mediante velas, la iglesia se transformaría en un escenario fantástico con el catafalco perfectamente iluminado, en contraste con la oscuridad del resto del recinto que aportaban las colgaduras y telas negras. Se utilizaron además esqueletos como decoración funeraria. Realizados en pasta de papel, se colocaban sobre las colgaduras y sobre el propio catafalco.

 

Respeto al cortejo fúnebre que debía acompañar a Fray Pedro por Pastrana, tenía que estar a la altura. Todo el mundo vestiría de riguroso negro y la comitiva estaría integrada por el clero regular y secular, las personas de la Casa Ducal y representantes de Ayuntamiento, por este orden. Encabezando el cortejo, irían los niños cantores del Colegio de San Buenaventura de Pastrana. Cabe destacar que las clases populares no participan en las pompas pero sí engalanaban sus casas con colgaduras de luto.


Fray Pedro González de Mendoza murió en Sigüenza en 1639 y sus pompas fúnebres se desarrollaron tal y como él había dispuesto. 


El catafalco se conserva como uno de los tesoros que se exhiben en el Museo. Según el estudio realizado por Esther Alegre, a lo largo de los siglos ha sido utilizado en varias ocasiones: el solemne traslado de los cadáveres de miembros de la familia del Infantado y en el aniversario por los fieles difuntos de la Hermandad de las Benditas Ánimas del Purgatorio. Ya en el siglo XX, concretamente en la década de los años 60 y 70, se ha usado para los funerales de uno de los hijos del Conde de Mayalde y de un importante sacerdote nacido en Pastrana y, la última vez, en el funeral por el que fuera Jefe del Estado, Francisco Franco. 

Vídeos de la noticia

Imágenes de la noticia

Categorías:
Tags:
Powered by WebTV Solutions