Cogolludo y las increíbles aventuras de la obra Preliminares de la Crucifixión de El Españoleto

Publicado por: Marta Perruca
04/06/2023 08:00 AM
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Imagen: Francisco Javier Segura
Imagen: Francisco Javier Segura

Esta importante obra de uno de los grandes pintores españoles del Siglo de Oro llegó a Cogolludo como fruto de la casualidad desde Nápoles y el destino ha querido que continúe hoy en la iglesia de Santa María de la localidad serrana, a pesar de ser robada por uno de los máximos ladrones de arte de Europa, en 1986

 

La localidad serrana de Cogolludo es una de los municipios más bellos y turísticos de la provincia de Guadalajara. Atesora una dilatada historia, ligada a la Orden de Calatrava y a los duques de Medinaceli, que dieron gran esplendor a la villa, sobre todo durante el Renacimiento. A pesar de los avatares de la historia, conserva un buen conjunto de monumentos que dan testimonio de ello, presidido por su Palacio Ducal, que presume de ser el primer edificio de arquitectura civil renacentista en España. Pero lo que quizá muchos desconocen es que su iglesia de Santa María (S.XVI), también de estilo renacentista, además del valor que posee en sí misma, guarda en su interior una verdadera joya de la historia del arte, “Los Preliminares de la crucifixión” de José de Ribera, El Españoleto.

 

Sobre esta obra se pueden contar cientos de historias, por ejemplo, en relación al momento profesional del artista en su etapa napolitana, al mecenazgo y protección de Fernando Enríquez de Ribera, virrey de Napoles, del que recibió un buen número de encargos; de su nombramiento como Pintor de la Corte; la marcada influencia de Caravaggio en el uso de la luz; o la enigmática figura del niño sonriendo en primer plano, que mira directamente hacia el espectador. Pero seguro que ninguna de esos relatos es tan trepidante como el que cuentan los vaivenes que ha tenido que superar el lienzo para encontrar su ubicación definitiva en este templo cogolludense.

 

Esta obra de Españoleto ha quedado íntimamente ligada a la identidad de esta villa ducal por caprichos del destino, que han jugado siempre a favor de que el cuadro termine emprendiendo el camino de regresos a Cogolludo, a pesar de las fuerzas que han querido arrebatárselo.

 

El cuadro, explican Francisco Javier Segura y Sandra Martín, responsables de la Oficina de Turismo de Cogolludo, fue un reglo del duque de Alba, don Antonio Álvarez de Toledo, a don Fernando Enríquez, en 1626, cuando éste era embajador del rey de España en Roma. Más tarde, Enríquez sería virrey de Nápoles, cargo que desempeñó entre 1629 y 1631.

 

Su llegada a Cogolludo no fue más que fruto de la casualidad o del destino, según relata Segura, y se remonta a tiempos del VII duque de Medinaceli, Antonio Juan Luis de la Cerda. “En 1623, el VII duque de Medinaceli y VI marqués de Cogolludo contrajo matrimonio con la marquesa de Alcalá del Río, Doña Ana María Luisa Enríquez de Ribera y Portocarrero, sobrina del virrey de Nápoles, que llega a ser propietaria de este cuadro por herencia de su prima, María Enríquez”.

 

En 1937 Fernando Enríquez muere sin heredero varón, puesto que tanto su hijo, Payo Enríquez de Ribera, como la mujer y el hijo de ambos, fallecen entre 1633 y 1634. De esta manera, la sucesión de la casa pasa a manos de su hija, María Enríquez de Ribera Girón y Moura, también conocida como la princesa de Paterno, pero ésta muere apenas dos años más tarde, en 1939, por lo que la línea de sucesión pasa a su sobrina, Doña Ana María Luisa Enríquez. “De su tío recibe los títulos de duquesa de Alcalá de los Gazules, marquesa de Tarifa y condesa de Los Morales, además de grandes propiedades entre las que se encontraba este lienzo de Ribera”, comenta Sara Martín.

El lienzo ocupó las paredes del salón rico del Palacio de los duques de Medinaceli.
El lienzo ocupó las paredes del salón rico del Palacio de los duques de Medinaceli.



La obra de Ribera es trasladada entonces desde Italia a esta localidad serrana, para decorar las paredes del salón rico del Palacio Ducal, donde permanecerá hasta que el edificio sea desmantelado en el siglo XIX, cuando pasa a la iglesia de Santa María. “En el inventario se recoge que hay un cuadro sobre la puerta de la Sacristía que llaman el capón de palacio”, añade el responsable turístico.

 

Así se conoce popularmente a esta obras de Españoleto, Los Preliminares de la Crucifixión, según el experto, con motivo de este episodio concreto de la historia del cuadro. “Había un censo que tenía que pagar la Iglesia de Santa María al duque de Medinaceli consistente en un capón, en reconocimiento por la donación que éste había hecho del cuadro de Ribera. En virtud de esto, la gente de Cogolludo daba a sus duques cada Navidad un capón, que es un gallo castrado”, comenta Segura.

Iglesia de Santa María de Cogolludo.
Iglesia de Santa María de Cogolludo.



Tras la Guerra Civil, en 1948, la obra fue enviada al Museo del Prado para su restauración, donde permaneció hasta 1949, cuando regresa al templo cogolludense. En 1955 el cuadro pasa de ocupar el espacio superior de la puerta de la sacristía, a ser el elemento central de un retablo en la conocida como nave del Evangelio. Allí estuvo hasta la madrugada del 18 de octubre de 1986, en la que la obra de Ribera sufre su aventura más increíble. Esa madrugada los ladrones conseguían hacerse con esta pieza y huir: “Rompieron la puerta del oeste para acceder a la iglesia. El cuadro fue desmontado del retablo, quitado del marco y del bastidor. Lo enrollaron en una alfombra y escaparon por la Cuesta de los Moros, hasta el Puente Repica, donde les esperaba un vehículo”.

 

El robo del lienzo se atribuye a René Alphonse Ghislain Vanden Bergue, más conocido como Erik El Belga, sobre el que pesaban más de 6.000 robos de obras de arte, muchos de ellos en España, donde fijó su residencia tras fugarse de la cárcel de Verviers. Este famoso ladrón fallecía hace tres años, el 19 de junio de 2020.

 

Afortunadamente, este lamentable incidente encontraba un desenlace feliz un año más tarde, el 13 de junio de 1987. “La Policía recuperó en Bilbao el cuadro de Ribera, cuando los ladrones intentaban cruzar la frontera con Francia y el 17 de junio, a las 12.00 horas, volvía a Cogolludo”.


Apenas tres días más tarde, el 20 de junio, la obra fue derivada al Museo del Prado para su restauración. Una vez terminados los trabajos, recuerda Segura, “el director del Museo del Prado hace entrega del lienzo al representante del Obispado de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara, se traslada a la Ciudad del Doncel y permanece allí hasta que, una vez la iglesia de Cogolludo está restaurada, pudiera reunir las condiciones de seguridad, pudiera albergar de nuevo este importante cuadro”. Esto no ocurre hasta el 3 de agosto de 1995.

 

“El 7 de agosto, el primer día de la novena de la Virgen de los Remedios, patrona de Cogolludo, se enseño al público esta obra de los Preliminares de la Crucifixión de Cristo, de José de Ribera “El Españoleto” o El Capón de Palacio, para que la gente lo pudiera contemplar”.

 

El cuadro volvería al Museo del Prado en 2011, como una de las 30 obras de la exposición “El Joven Ribera” celebrada entre el 5 de abril y el 25 de agosto, que recogía los primeros años creativos del pintor, primero en Roma y a partir de 1616, en Nápoles. A mediados de septiembre regresaría a su Nápoles de origen como parte de esta muestra, en el Museo Capodimonte.



José de Ribera “El Españoleto” y Los Preliminares de la Crucifixión

 

José de Ribera nació en Játiva (Valencia) en 1591 y falleció en Nápoles, en 1952, siendo uno de los grandes pintores españoles del Siglo de Oro y una figura destacada en la Historia del Arte. Los Preliminares a la Crucifixión es un óleo sobre lienzo de grandes dimensiones, 2,32 metros de alto, por 1,74 metros de ancho.

 

Sobre la obra, la plataforma de Internet Artehistoria, explica que Ribera presenta aquí los momentos que anteceden a la crucifixión “con una gran carga emotiva al envolverlo en un fondo oscuro del que parecen emerger las figuras”. En la escena, continúa, “Cristo está siendo ayudado por el Cirineo mientras que un niño en primer plano mira hacia el espectador con una amplia sonrisa. La figura del Salvador está bañada por un potente foco de luz que crea acentuados contrastes de luz y sombra, ayudando a conseguir una mayor tensión espiritual”. De hecho, indican, “las figuras de la zona izquierda de la composición apenas se aprecian, destacando sólo algunas partes de sus cuerpos que se iluminan ligeramente”.

 

De esta manera, en esta obra no sólo se percibe la influencia de Caravaggio en la iluminación utilizada “sino también en el tratamiento naturalista de los personajes, acercando la religión al pueblo, en sintonía con las predicaciones de san Carlos Borromeo. Cristo, la Virgen y los santos se harán de carne y hueso, por lo que el espectador se sentirá más cercano a los seres divinos. Durante la estancia del lienzo en Sevilla, el estilo de Ribera dejó una acentuada impronta en Alonso Cano y Zurbarán”.

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